lunes, 12 de marzo de 2012



PRIMAVERAS 2.0

Hace ya más de un año,  un 17 de diciembre del 2010, mientras nosotros, la generación española del 93 estábamos posiblemente tirados en el sofá viendo la televisión o realizando cualquier otra actividad que no nos requiriese demasiado esfuerzo, en otro lugar del mundo, Túnez concretamente, un hombre se prendía fuego. El joven  respondía al nombre de Mohamed Bouazizi, y los motivos por los que se  quería quitar la vida no eran ni por depresión ni por un desengaño amoroso, que son seguramente las causas que antes nos vengan a la cabeza. No. Mohamed era un diplomado en informática en paro que sacaba adelante a su madre viuda y a sus tres hermanas con un puesto de frutas y verduras. Ese 17 de diciembre la policía acudió a su puesto para requisarlo porque no había pagado la licencia, por lo que decidió ir poco después a reclamar al ayuntamiento. Sin embargo, sus propuestas no solo fueron vanas, sino que también tuvieron consecuencias; Mohamed fue humillado y brutalmente abofeteado por una inspectora municipal. Esto fue la gota que colmó el vaso de un joven que se sentía impotente ante un futuro sin perspectivas en un país gobernado por la dictadura de Zine El Abidine Ben Ali, personaje que basaba su política en la corrupción y los sobornos. Así pues, poco después de salir del consultorio, no sabemos si pensándoselo mucho o no, el vendedor de frutas ambulante, preso por la desesperación se arrojó encima un bidón de gasolina y se prendió fuego ante la mirada atónita de los viandantes. Este hecho no pasó desapercibido, y fue la mecha que encendería a todo un país dispuesto a acabar con la difícil situación laboral y socioeconómica, combinada con una falta de expectativas de fututo y unas altas tasas de paro. Fue así como empezaron a sucederse una serie de revueltas populares llamadas “revolución de los jazmines”, y que serían el primer capítulo de lo que hoy conocemos con el nombre de #primaveraárabe.
La gente empezó a manifestarse en contra de la opresión, y cada vez eran más los que tomaban las calles. Después de casi un mes de revueltas, la presión del movimiento popular contra el régimen de Ben Alí provocó la huída de este a Arabia Saudita, tras 23 años en el poder. El pueblo tunecino celebró con alegría la victoria popular, y contemplaba en ella el camino hacia la libertad y hacia la tan deseada democracia.
La muerte de Mohamed Bouazizi no solo sirvió para despertar al pueblo tunecino, sino que también tuvo su efecto espejo en los demás países árabes, sucediéndose una serie de acciones semejantes en Jordania, Yemen, Egipto, Libia, Siria y Bahréin, que también decían basta a la opresión.  
La revolución de los jazmines tuvo una característica nueva que la diferencia de toda revolución popular anterior: el apoyo de internet. Es decir, los tunecinos supieron echar mano de los nuevos soportes que nos ofrece la web 2.0. Se unieron en facebook y se movilizaron a través de twitter. Esto refleja la importancia de las redes sociales a la hora de tomar consciencia, además de ser la plataforma idónea para organizar a la masa, que salió a la calle para protestar y proteger sus derechos.
 Por otra parte, en estas revueltas ha sido también fundamental la figura de periodismo ciudadano, que se caracteriza por tener la capacidad de ofrecer información de primera mano y en tiempo real, en situaciones de especial urgencia. Lo que hace posible esta nueva concepción de periodismo ciudadano es lo último de la tecnología móvil, con dispositivos que nos permiten tener internet en la palma de la mano. La acción de muchas personas que se dedicaron a fotografiar y a grabar determinados momentos críticos en estas revoluciones y que posteriormente las difundió por la red, hizo posible que nosotros, desde el sillón de nuestra casa, pudiésemos ver lo que allá estaba pasando, de la mano de los propios protagonistas. La figura de este periodismo ciudadano ha sido muy criticada actualmente por considerarlo una amenaza para el periodismo tradicional, sin embargo, yo no considero que esto sea así. Es más, en este caso, el de la primavera árabe, me parece una incoherencia sostener esta idea, ya que creo que ha habido una compenetración entre estas 2 caras del periodismo, y por lo tanto no podíamos haber conocido la totalidad de los hechos sin este trabajo en equipo.
Además creo también que es ahora, más que nunca, cuando es necesaria la figura de un buen periodista: un periodista que ante el exceso de “ruido” sepa seleccionar la buena, de la mala información; un periodista que sea capaz de tratar los temas más escabrosos y que con frecuencia nos son ocultados; un periodista que busque, investigue, contraste la información y la dé a conocer de forma transparente; un periodista que sepa llegar a los ciudadanos y transmitir con sus palabras. No solo creo que esto sea necesario, sino que además creo que es posible, ya que la era de internet nos proporciona las herramientas necesarias para crear un ecosistema utópico entre el periodismo tradicional y el periodismo ciudadano.
Gracias a este periodismo ciudadano pudimos saber lo que en los países árabes estaba ocurriendo, y junto al apoyo de internet fue a su vez lo que nos hizo levantarnos de ese sofá en el que llevábamos tanto tiempo hipnotizados. Nos dimos cuenta de que la idea de luchar por nuestros derechos, y además conseguirlos no era tan descabellada, y por lo tanto el 15 de mayo del 2011 los ciudadanos españoles unimos nuestras voces para  tomar la calle. El objetivo era llenarla con un claro mensaje, “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, el cual inundó las calles de todo un país. Este movimiento, también famosamente conocido como el de los indignados, está comúnmente relacionado con la juventud, sin embargo, la indignación de los ciudadanos españoles no debería entender de edades; el cambio depende de jóvenes y de no tan jóvenes. ¡Todos al grito de una democracia real ya!
La famosa Puerta del Sol de Madrid albergó a miles de personas en una manifestación histórica, además de ser el lugar elegido para acampar como forma de protesta. Cada día llegaban más jóvenes dispuestos a apalancar sus mochilas hasta el punto de cubrir los espacios más recónditos, como la superficie de la cúpula que está en medio de la plaza. Las causas que dieron pie a esta situación fue la famosa y dura crisis económica que desde 2008 nos persigue; crisis que despertó nuestro lado más revolucionario y que se niega a pagar las consecuencias de la mala gestión política, del dominio de los bancos y las corporaciones, y de la ausencia de una democracia tan poco participativa. Así nos los explicaban los indignados en el comunicado de prensa de ¡Democracia real ya!:
“Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo.

Pues bien, cansados de incoherencias y de corrupción es como si el pueblo español recordase de repente las palabras de Mahatma Gandhi cuando decía: “Dicen que soy héroe, yo débil, tímido, casi insignificante, si siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden hacer todos ustedes juntos”, y este a su vez viese convertidas sus palabras en hechos. Hechos que dentro de unos años ocuparán un lugar tan importante como el que ahora ocupan la Revolución Francesa o la Transición Española en los libros de historia. Sin embargo, hay un elemento en la actualidad cargado de protagonismo y tan potente como un arma, imprescindible en esta lucha por alcanzar nuestro deseo de ser escuchados: Internet. A través de este medio podemos llegar a millones de personas, contarles lo que está pasando y ofrecerles una solución. La fuerza de internet es tan real como la democracia que perseguimos.
Si todavía crees que no se puede hacer nada estás muy equivocado. Debes aceptar tu responsabilidad y asumir el reto; ser parte de un cambio necesario. La democracia es tu elección, utilízala.

martes, 14 de febrero de 2012

14 DE FEBRERO.

Hoy, con mi café de máquina de la universidad en la mano, y recién empezada la clase de Periodismo y Comunicación Ciudadana en la Red, alguien me dijo: “Hoy es 14 de febrero, el día de los enamorados”, a lo que yo inconscientemente respondí: “Ah!, que hoy es la mariconada esa?”.  Mi actitud de indiferencia se debe a que lo único en que me influye a mí es en ver que “Feliz San Valentín” es Trending Topic del día en Twitter.
A medida que avanzaba el día he visto también  unos cuantos tuits que felicitaban de otro modo este día  con el ingenioso juego de palabras de “Feliz San Consumín”. Por otro lado, otros de mis followers se dedicaban a reivindicar lo estúpido que suena que haya un día de los enamorados en el que parezca prácticamente obligatorio decir esas 2 palabras: Te quiero. Con esto, intentaban resaltar y demandar que el famoso día de San Valentín es un mero invento de esta sociedad capitalista que hemos creado, para hacernos esclavos del consumismo, y tener por tanto, una escusa para comprarle algo a nuestra pareja, ya bien sea en forma de joya, ropa, “escapada romántica” (palabra que me hace mucha gracia), o una simple flor. El contenido da igual, el caso es gastar.
Esta idea sobre el día de San Valentín está ya muy extendida, y son cada vez menos los románticos fieles a Cupido. Sin embargo, yo me planteo la pregunta de si hay realmente algo en esta sociedad que no tenga como fin el consumo. El pesimismo que me caracteriza no me deja dar ninguna respuesta que no sea negativa. Ningún padre se conforma el 19 de marzo con un dibujo hecho de lentejas o de macarrones a partir de que cumples una cierta edad;  en la carta a Papá Noel no se le puede pedir la paz en el mundo; ningún niño la fecha de su cumpleaños espera recibir solo una simple llamada telefónica de felicitación… y así consecutivamente. En definitiva, un día cuando se nos acaben las escusas, inventaremos el “Día del consumo”.
¡Bienvenidos a mi recién estrenado blog sobrevivientes de la sociedad de consumo de la que yo misma me siento esclava, y sin que sirva de precedente… Feliz San Valentín!