PRIMAVERAS 2.0
Hace ya más de un
año, un 17 de diciembre del 2010,
mientras nosotros, la generación española del 93 estábamos posiblemente tirados
en el sofá viendo la televisión o realizando cualquier otra actividad que no
nos requiriese demasiado esfuerzo, en otro lugar del mundo, Túnez
concretamente, un hombre se prendía fuego. El joven respondía al nombre de Mohamed Bouazizi, y
los motivos por los que se quería quitar
la vida no eran ni por depresión ni por un desengaño amoroso, que son
seguramente las causas que antes nos vengan a la cabeza. No. Mohamed era un
diplomado en informática en paro que sacaba adelante a su madre viuda y a sus
tres hermanas con un puesto de frutas y verduras. Ese 17 de diciembre la
policía acudió a su puesto para requisarlo porque no había pagado la licencia,
por lo que decidió ir poco después a reclamar al ayuntamiento. Sin embargo, sus
propuestas no solo fueron vanas, sino que también tuvieron consecuencias;
Mohamed fue humillado y brutalmente abofeteado por una inspectora municipal.
Esto fue la gota que colmó el vaso de un joven que se sentía impotente ante un
futuro sin perspectivas en un país gobernado por la dictadura de Zine El
Abidine Ben Ali, personaje que basaba su política en la corrupción y los
sobornos. Así pues, poco después de salir del consultorio, no sabemos si
pensándoselo mucho o no, el vendedor de frutas ambulante, preso por la desesperación se arrojó
encima un bidón de gasolina y se prendió fuego ante la mirada atónita de los
viandantes. Este hecho no pasó desapercibido, y fue la mecha que encendería a
todo un país dispuesto a acabar con la difícil situación laboral y
socioeconómica, combinada con una falta de expectativas de fututo y unas altas
tasas de paro. Fue así como empezaron a sucederse una serie de revueltas
populares llamadas “revolución de los jazmines”, y que serían el primer
capítulo de lo que hoy conocemos con el nombre de #primaveraárabe.
La gente empezó a
manifestarse en contra de la opresión, y cada vez eran más los que tomaban las
calles. Después de casi un mes de revueltas, la presión del movimiento popular
contra el régimen de Ben Alí provocó la huída de este a Arabia Saudita, tras 23
años en el poder. El pueblo tunecino celebró con alegría la victoria popular, y
contemplaba en ella el camino hacia la libertad y hacia la tan deseada
democracia.
La muerte de Mohamed
Bouazizi no solo sirvió para despertar al pueblo tunecino, sino que también
tuvo su efecto espejo en los demás países árabes, sucediéndose una serie de
acciones semejantes en Jordania, Yemen, Egipto, Libia, Siria y Bahréin, que
también decían basta a la opresión.
La revolución de los
jazmines tuvo una característica nueva que la diferencia de toda revolución
popular anterior: el apoyo de internet. Es decir, los tunecinos supieron echar
mano de los nuevos soportes que nos ofrece la web 2.0. Se unieron en facebook y
se movilizaron a través de twitter. Esto refleja la importancia de las redes
sociales a la hora de tomar consciencia, además de ser la plataforma idónea
para organizar a la masa, que salió a la calle para protestar y proteger sus
derechos.
Por otra parte, en estas revueltas ha sido
también fundamental la figura de periodismo ciudadano, que se caracteriza por
tener la capacidad de ofrecer información de primera mano y en tiempo real, en
situaciones de especial urgencia. Lo que hace posible esta nueva concepción de
periodismo ciudadano es lo último de la tecnología móvil, con dispositivos que
nos permiten tener internet en la palma de la mano. La acción de muchas
personas que se dedicaron a fotografiar y a grabar determinados momentos
críticos en estas revoluciones y que posteriormente las difundió por la red,
hizo posible que nosotros, desde el sillón de nuestra casa, pudiésemos ver lo
que allá estaba pasando, de la mano de los propios protagonistas. La figura de
este periodismo ciudadano ha sido muy criticada actualmente por considerarlo
una amenaza para el periodismo tradicional, sin embargo, yo no considero que
esto sea así. Es más, en este caso, el de la primavera árabe, me parece una
incoherencia sostener esta idea, ya que creo que ha habido una compenetración
entre estas 2 caras del periodismo, y por lo tanto no podíamos haber conocido
la totalidad de los hechos sin este trabajo en equipo.
Además creo también que
es ahora, más que nunca, cuando es necesaria la figura de un buen periodista:
un periodista que ante el exceso de “ruido” sepa seleccionar la buena, de la
mala información; un periodista que sea capaz de tratar los temas más
escabrosos y que con frecuencia nos son ocultados; un periodista que busque,
investigue, contraste la información y la dé a conocer de forma transparente;
un periodista que sepa llegar a los ciudadanos y transmitir con sus palabras.
No solo creo que esto sea necesario, sino que además creo que es posible, ya
que la era de internet nos proporciona las herramientas necesarias para crear
un ecosistema utópico entre el periodismo tradicional y el periodismo
ciudadano.
Gracias a este
periodismo ciudadano pudimos saber lo que en los países árabes estaba
ocurriendo, y junto al apoyo de internet fue a su vez lo que nos hizo levantarnos
de ese sofá en el que llevábamos tanto tiempo hipnotizados. Nos dimos cuenta de
que la idea de luchar por nuestros derechos, y además conseguirlos no era tan
descabellada, y por lo tanto el 15 de mayo del 2011 los ciudadanos españoles
unimos nuestras voces para tomar la
calle. El objetivo era llenarla con un claro mensaje, “no somos mercancía en
manos de políticos y banqueros”, el cual inundó las calles de todo un país. Este
movimiento, también famosamente conocido como el de los indignados, está comúnmente
relacionado con la juventud, sin embargo, la indignación de los ciudadanos
españoles no debería entender de edades; el cambio depende de jóvenes y de no
tan jóvenes. ¡Todos al grito de una democracia real ya!
La famosa Puerta del
Sol de Madrid albergó a miles de personas en una manifestación histórica,
además de ser el lugar elegido para acampar como forma de protesta. Cada día
llegaban más jóvenes dispuestos a apalancar sus mochilas hasta el punto de cubrir
los espacios más recónditos, como la superficie de la cúpula que está en medio
de la plaza. Las causas que dieron pie a esta situación fue la famosa y dura crisis
económica que desde 2008 nos persigue; crisis que despertó nuestro lado más
revolucionario y que se niega a pagar las consecuencias de la mala gestión
política, del dominio de los bancos y las corporaciones, y de la ausencia de
una democracia tan poco participativa. Así nos los explicaban los indignados en
el comunicado de prensa de ¡Democracia real ya!:
“Nosotros los desempleados, los mal
remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio
y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en
el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas
o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan
nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes
políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de
rumbo.”
Pues bien, cansados de incoherencias
y de corrupción es como si el pueblo español recordase de repente las palabras
de Mahatma Gandhi cuando decía: “Dicen que soy héroe, yo débil, tímido, casi
insignificante, si siendo como soy hice lo que hice, imagínense lo que pueden
hacer todos ustedes juntos”, y este a su vez viese convertidas sus palabras en
hechos. Hechos que dentro de unos años ocuparán un lugar tan importante como el
que ahora ocupan la Revolución Francesa o la Transición Española en los libros
de historia. Sin embargo, hay un elemento en la actualidad cargado de
protagonismo y tan potente como un arma, imprescindible en esta lucha por
alcanzar nuestro deseo de ser escuchados: Internet. A través de este medio podemos
llegar a millones de personas, contarles lo que está pasando y ofrecerles una
solución. La fuerza de internet es tan real como la democracia que perseguimos.
Si todavía crees que no
se puede hacer nada estás muy equivocado. Debes aceptar tu responsabilidad y asumir
el reto; ser parte de un cambio necesario. La democracia es tu elección, utilízala.